An[i]écdota #2
Acabo de releer la An[i]édota #1 y me he acordado que no sólo he mentido en eso a mi pobre hermano.
Aproveché todo lo que pude su infancia inocente y mis 13 años de diferencia para llevar a cabo malvados planes lingüísticos. Todo hizo que aquel niño de 6/7 años mirara con otros ojos las explicaciones que yo le brindaba después de las dos anécdotas que vienen a continuación:
– EL TRINIDOR
En toda casa que se precie hay varias cuberterías mezcladas puestas para el uso, la mía no iba a ser menos. Entre esas cuberterías hay tenedores con tres puntas y tenedores con cuatro.. (Creo que sabéis por donde voy…)
Fue bastante gracioso ver como mi hermano prefería los trinidores a los tenedores, según él, con tres puntas pinchaba mejor.
– EL TRESILLO
Pese a que él se empeñaba en no dejarse convencer, al final no pudo con mi verborrea y mis argumentos de hermana mayor: Un tresillo no es de tres plazas, ¡es de cuatro! La palabra viene de «Tres y Yo», Y tres más uno son cuatro.
¿Cómo negar eso? Convencido de ello, y convencido de que era un experto digno de una sección de Ikea, proclamó su sabiduría por todo su círculo de confianza.
Yo estaba en ese círculo y desde la lejanía, le miraba con sonrisa orgullosa, mientras asentía pensando: Ese es mi trabajo de ciencias, mi proyecto, el inocente de mi hermano pequeño… ¡Ese Rodri qué grande es!
Aún me sigue echando en cara estas anécdotas, que rencoroso, oye!