El desayuno en la cama: Sobrevalorado
Desde que somos pequeños vemos en la televisión la perfecta pareja en la que, para agradar el día, uno de ellos hace el desayuno y se lo lleva al otro a la cama. Esta escena en todas las películas y nos lo venden como un acto romántico, amoroso y lleno de alegría, así que el resto de las personas la hemos imitado alguna vez. Yo vengo a posicionarme totalmente en contra de este movimiento.
Vamos a ver, tú estás dormida y se presenta tu chico con una bandeja llenita de cosas para desayunar. MUY AGRADECIDA POR EL DETALLE, OJO, PERO… Los problemas empiezan ya con el «dónde ponemos la bandeja». Te vas despertando, mientras te incorporas poco a poco e intentas saber dónde estás. El proceso es algo como:
Hazte a un lado, coloca la bandeja, no te muevas que tiras el zumo, espera que me clavo el cabecero, cuidado con la pierna no la subas…. (Hay que tener en cuenta que si el desayuno es en pareja, esto hay que multiplicarlo por dos, lo que dificulta todavía más el disfrute, al menos en mi caso).
Digamos que te colocas más o menos con decencia, teniendo cuidado de congelar todos tus músculos por si acaso la bandeja se mueve y se cae. Y así, cómodísima, empiezas con el desayuno.
Aunque la bandeja tenga patas, no suelen ser lo suficientemente altas para tener una postura cómoda. Por lo que tienes dos opciones: Llenar la cama de migas o joderte la espalda para intentar que todas las migas caigan sobre la bandeja, plato o similar. Ninguna de las dos son buenas opciones.
Te tomas el zumo, acabas, te estorba el vaso vacío. Cortar el croissant no parece tan fácil como en las películas… Pero es que nada es fácil en un desayuno en la cama: Untar tostadas y mojarlas en el café, horror; tomarte un bollito de chocolate, horror de manchas luego. ¡Porque esa es otra! límpiate las manos cada vez que toques un alimento para no rozar con mermelada o chocolate tu cama impoluta.
Total, que lo que iba a ser un desayuno romántico digno de Hollywood, se convierte en una lucha por la supervivencia de tus sábanas.
Yo soy como todas las mortales, me encanta que me hagan el desayuno, pero prefiero que me lo preparen todo en la mesa del salón, que haya mil cosas encima como si estuviera en un hotel, que venga Hecter a despertarme con mimos y vayamos los dos a desayunar.
Y después, los dos juntos a la cama de vuelta.
Me encanta vuestro blog! Comparto totalmente tu opinión y me parto de risa!
Jajaja muchas gracias!!!
Demasiadas migas tiene el mundo ya como para meter más en la cama 😀