El día de ayer y el locurón de hoy a la carbonara
Me despierto de la siesta, ayer fue un día duro y una noche peor. Y cuando digo peor, quiero decir mucho mejor.
Tengo post resaca, dolor de cabeza, y unas pintas que no merezco. Con lo bien que me hizo el ahumado en los ojos la chica de CK… ¿Qué ha pasado? Pues os diré que ha pasado:
Una noche en la que liberamos de las garras de un médico a un pobre chico que hablaba de cagar. Que tomé copas sin querer y me regalaron lubricante y dos entradas de cine. Tengo que pensar cómo voy a combinar estas dos últimas cosas de la mejor manera.
La misma noche que el Red Bull pintó de Red y azul las manos y los trapitos de Sfera a las tantas. Merezco mi resaca y la llevo con orgullo. Anoche fue la noche en la que llevé gafas de luz y un bigote rojo que también funcionaba para unir cejas, con lo de moda que están los moustaches ahora. Me pinté la lengua de cereza y chocolate y los morros de vino tinto.
La noche que salí de casa guapa y volví preciosa.
Hoy, tras una carbonara de mi esposo y una siesta decente, he decido durante unos largos 25 minutos que iba a ser un día de sofá y hogar. Pero no, me niego, se acaba el verano y tengo una resaca de esas que piden más. Creo que necesito un agua de valencia y unos dancings. Necesito volver a hablar con María de ese plan de juntar pechos en bikini para escurrir el agua. Quiero palmas y veros a todos vosotros dándolas. Saltos indies y que me quiten lo bailao.
Me encuentro en este momento pinchando in da house todo lo que Spotify me permite, pensando qué ponerme, moviendo hilos, quedando y soportando mi dolor de cabeza; Sé que se irá en el momento que escoja los zapatos perfectos y vea que lo de salir no iba de farol.
Necesito que Cecilia venga a maquillarme con todos sus pinceles, a mí una restauración digna de un Ecce Homo.
Y OLÉ!
Pues que así sea, hermana 😉