Juegos de mayores y de pequeños placeres.
Jugar a que te miro y me ves, a que me dejo mirar. Rozarte sin querer con el brazo y sentir tu piel junto a la mía. Tantas veces hemos jugado a eso que nos sabemos las reglas y nos las saltamos a sabiendas.
Te encuentro más interesante cuando no me haces caso, sé que te gusta que te mire, que caminas despacio para que no pierda tus pasos. Y te pierdo, te perdí en 12 metros cuadrados.
La siguiente canción te trae de vuelta, trae tu mano a mi muslo, tu mirada a mi boca, enciendes los ojos apretando las manos y aprietas los labios encendiendo los ojos. Te miro, directa, sin reglas. Me dejo llevar por un deseo anárquico que me llena de fuego y me moja hasta el suspiro.
Sabes lo que va a pasar, sé lo que va a pasar. A oscuras te creas un camino paso a paso por debajo de mi falda, como si llevaras el más grande de los faroles, me das luz en cada movimiento. Yo te dejo, te rozo, te beso.
Me insinúas que busque yo el camino, que te alumbre con las llamas de los dedos, y lo hago, sintiendo un calor que necesita ser apagado. Tú te dejas, me rozas, me besas.