La lanzadera del parque de atracciones no fue tan divertida
Durante los años de colegio, siempre íbamos de excursión de fin de curso a Madrid, estas excursiones consistían en: Paseo por museos varios + visita al parque de atracciones.
La historia que cuento hoy se remonta a 1999, yo estaba en 4º de la ESO y mi capacidad para hacer la risión, en pleno auge, tengo que aclarar que el gen de la payasería nunca se ha separado de mí, es más, espero que nunca lo haga.
1999, el parque de atracciones de Madrid, 15 años (tiene mi amor, tenía que decirlo) y una recién estrenada atracción, LA LANZADERA. Esta atracción era para los más valientes o las más chulas del lugar (mi caso), el proceso de diversión era así:
Sube exactamente 63 metros despacito, paraba para que veas Madrid (vaya fotos habría sacado yo en instagram ahora…), arriba para un ratín, y al oír un clack, el asiento largo, que tiene capacidad para 4 personas, se precipita en caída libre hacia el suelo a 80 km/h, confiando siempre en que los frenos de la atracción y la pericia de los técnicos, hicieran su trabajo.
Mi grupo de amigas montamos varias veces, por lo que le perdimos todo el respeto y miedo a la lanzadera, pero eso no pasaba con todos los que estábamos en la cola, los había primerizos… MUAHAHAHA
En este punto presento a Mónika, mi compinche en la mayoría de estas cosas y otra payasa digna de que escriba su blog personal para disfrute de todos vosotros.
Pues estábamos Mónika y yo en la cola esperando, una cola que giraba alrededor de la atracción y en un punto quedaba muy cerca de la gente que estaba a punto de montar. Y la cosa empezó con el cachondeo y acabó lanzándonos a una de nuestras mejores bromas:
– No, ¿en serio? ¿lo hacemos? pppfff si me lo hicieran a mí mato al que sea… Bah! qué más da, si estamos con toda la clase… Jajajaja, sería buenísima…Pues lo hicimos. Justo delante de nosotros se estaban sentando 3 chicas y un chico en el vagón para ser subidos a lo más alto y después tirados al vacío. Baja el chaleco de seguridad y ellos esperan sentaditos.
– Tttssss, perdona, que el revisor no le ha dado al botón a tu amiga – Dijo Mónika – ¿Qué botón? – Dice una de las chicas que se sentaban en medio- Que dice esa que no te ha dado al botón – Lo tienes ahí mismo, a la izquierda, sobresale, dale – Dije yo entrando en escena de manera natural y sin alarmar, como si aquel botón fuera lo más normal del mundo.En este punto, la chica se estaba poniendo un poco histérica, y los amigos intentaban ayudarla, pero claro, cuando ya tienes ese pedazo de chaleco en el cuerpo, pues no puedes ni moverte. La pobre, buscaba desesperadamente con las manos un botón, mientras intentaba sacar la cabecina por el chaleco.
– Oye, dale que se te abre arriba – Decíamos nosotras, serias como en la vida. Ella buscaba – Ahí, JODER, ahí, lo rozas, ¡DALE COÑO! – fingíamos histeria también, como si nos importara de verdad la vida de esa pobre. – ¿¿¿¡¡¡ DÓNNNNDEEE !!!!???? – Decía nuestra víctima. Qué ojitos nos ponía la pobreElla ya no disimulaba su pánico y sus amigos nos pedían más indicaciones. Nosotras indicando medio locas, la cola mirando, Mónika y yo nos mirábamos con cara de «¡DIOOOS QUÉ HACEMOS!» (somos muy teatreras las dos)
A todo esto, el cacharro se pone en marcha y empieza a subir despacio, recordad que sube despacio y luego te deja caer tengas o no pulsado el botón.
– Señoooor! OIIGAAAA!! PAREEEEE! POR FAVOOOOR- Por supuesto, nosotras habíamos visto que el señor no estaba ya abajo, ellos con el chaleco no. -Que no lleva el chaleco cerrado por Dioooos!!!!! -Dramatizando de nuevo. De Oscar.Se veían 2 manos locas toqueteando todo el sillón intentando buscar un botón, mientras las otras 6 manos de los amigos se movían sin saber muy bien hacia dónde. Era como si bailaran a 63 metros sobre el cielo (se lo dedico a todas las fans de Mario Casas).
De repente, la lanzadera llega arriba, sólo faltaba el CLACK. Sus manos no paraban, se veía como comprobaban los chalecos, sus piececitos se movían nerviosos. Sin más, la lanzadera se suelta y manda a estos cuatro histéricos al suelo. Este momento fue en el que Mónika y yo hicimos que esa chica viera la película de su vida. Nos gusta pensar eso.
Yo creía que me daba algo de risa, juro que pude morir en esa cola a carcajadas igual que la otra pudo morir por el botón sin apretar. Ahora, creo que el karma me pasará factura algún día, pero oye, era joven en inexperta.
Al bajar, encontramos a 3 amigos cabreados y a una superviviente BLANCA, descompuesta y con ganas de insultar cosas que ni ella misma era consciente que sabía. Suerte a las vallas de metal que nos separaban, porque con la risa no estábamos para domar leones.
¿Se acordará todavía aquella chica de esta graciosa anécdota?